El ataque al lugar del concierto Crocus City Hall en Moscú, perpetrado por hombres armados con armas automáticas y reclamado por el Estado Islámico, resultó en la trágica muerte de al menos 115 personas. El ataque, el más mortífero en Rusia en años, dejó a muchos heridos y el salón de conciertos envuelto en llamas.

La participación del Estado Islámico en el ataque subraya la continua vulnerabilidad de Rusia al terrorismo y resalta la amenaza continua que representan los grupos extremistas. El ataque se produce en medio de tensiones crecientes después de la reciente victoria electoral del presidente ruso, Vladimir Putin, y a medida que el conflicto en Ucrania entra en su tercer año.

Estados Unidos había emitido advertencias sobre un posible ataque terrorista en Moscú, basadas en informes de inteligencia que indicaban una posible actividad del Estado Islámico-Khorasan, la rama del Estado Islámico en Afganistán y Pakistán. Estas advertencias fueron compartidas con las autoridades rusas de acuerdo con los protocolos establecidos.

Los sospechosos involucrados en el ataque fueron arrestados en el sur de Rusia y, según informes, tenían la intención de cruzar la frontera hacia Ucrania. Sin embargo, los funcionarios ucranianos negaron cualquier responsabilidad por el ataque, y la agencia de inteligencia militar de Ucrania culpó a los servicios de seguridad de Rusia y sugirió que podrían explotar la situación para obtener apoyo para sus acciones en Ucrania.

Videos del ataque muestran a los hombres armados entrando en el salón de conciertos y abriendo fuego, así como escenas de caos y devastación dentro del lugar. La comunidad internacional ha condenado el ataque, expresando profundas condolencias a las víctimas y sus familias.

En respuesta al ataque, el alcalde de Moscú, Sergei Sobyanin, anunció la cancelación de todos los eventos deportivos, culturales y públicos en la ciudad durante el fin de semana, mientras que figuras de la oposición y activistas pidieron que los responsables sean llevados ante la justicia.